Adicciones Tecnológicas: Comprendiendo el Fenómeno desde la Psicología y la Ciencia del Comportamiento
Este artículo analiza el creciente impacto de las adicciones tecnológicas en la salud mental y la calidad de vida, explorando conductas como el uso excesivo de videojuegos, redes sociales e internet. Profundiza en los desafíos de diagnóstico según el DSM-5 y la CIE-11, además de identificar factores psicológicos, sociales y culturales que predisponen a estas adicciones. También se abordan los efectos neurológicos y sociales del uso compulsivo de tecnologías, y se presentan estrategias de prevención y tratamiento, incluyendo enfoques familiares, cognitivo-conductuales y de análisis aplicado de la conducta. Una perspectiva multidisciplinaria que busca comprender y mitigar este fenómeno contemporáneo.
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Diego Castañeda - Maestrante en Ciencias del Comportamiento
1/27/20257 min read
Adicciones Tecnológicas: Comprendiendo el Fenómeno desde la Psicología y la Ciencia del Comportamiento
¿Qué son las adicciones tecnológicas?
En el mundo contemporáneo, las adicciones tecnológicas se han convertido en una preocupación creciente debido a su impacto en la salud mental y la calidad de vida de las personas. Estas adicciones, también conocidas como adicciones conductuales, abarcan comportamientos como el uso excesivo de videojuegos, redes sociales, internet y dispositivos móviles. Por ejemplo, un estudio reciente indicó que el 70% de los adolescentes está conectado a internet todo el día, y un 40% lo está hasta el momento de ir a dormir (Malander, 2019). Aunque no todas las conductas tecnológicas se reconocen oficialmente como trastornos, su prevalencia y las consecuencias negativas asociadas las colocan en el centro de los debates psicológicos y sociales (Sherer & Levounis, 2022).


Marco conceptual: Retos en el diagnóstico
El reconocimiento y clasificación de las adicciones tecnológicas presentan desafíos significativos. El DSM-5 y la CIE-11 difieren en su abordaje. Por ejemplo, mientras el DSM-5 incluye el trastorno de juego por internet en su sección III como condición en investigación, la CIE-11 reconoce plenamente el trastorno por videojuegos (Carbonell, 2020). Este desacuerdo refleja un dilema central: ¿cuándo una conducta cotidiana como jugar videojuegos o usar redes sociales cruza la línea hacia una adicción clínicamente significativa?
Estos debates también subrayan el riesgo de patologizar la vida diaria, un punto crítico para algunos investigadores y clínicos (Moreno Flores & Moreno Paredes, 2021).
Factores psicológicos y sociales: ¿Qué nos predispone a estas adicciones?
Diversos factores psicológicos y sociales contribuyen al desarrollo de las adicciones tecnológicas. La evitación experiencial, una tendencia a evitar emociones negativas mediante conductas compensatorias, se ha relacionado con un mayor uso problemático de internet, videojuegos y dispositivos móviles en adolescentes (García-Oliva & Piqueras, 2016). Este mecanismo de afrontamiento, aunque inicialmente funcional, puede convertirse en un patrón inflexible que perpetúa el problema.
Por otro lado, las prácticas parentales también desempeñan un papel crucial. Un estilo de crianza caracterizado por control patológico o una autonomía extrema se ha asociado con mayores niveles de adicción a las tecnologías en adolescentes (Malander, 2019). Las familias con poca supervisión o comunicación abierta tienden a generar entornos donde los jóvenes buscan refugio en el uso excesivo de tecnología. Por el contrario, un ambiente familiar positivo, con normas claras y apoyo emocional, puede actuar como un factor protector.
Además, factores culturales y sociales también influyen en la propensión a estas adicciones. En sociedades donde el uso de tecnologías es promovido como una norma de éxito o aceptación social, los individuos, especialmente los jóvenes, pueden sentirse presionados a mantenerse constantemente conectados. Esto se agrava con las estrategias de diseño de las plataformas tecnológicas, que buscan maximizar la interacción a través de sistemas de recompensas inmediatas, facilitando patrones de dependencia.
Por último, las diferencias individuales también juegan un papel importante. Características como la baja tolerancia a la frustración, la impulsividad y la baja autoestima pueden aumentar el riesgo de desarrollar adicciones tecnológicas, especialmente en contextos donde las tecnologías se perciben como una vía de escape fácil o una fuente de gratificación rápida.


Impactos neurológicos y sociales
Las adicciones tecnológicas no sólo afectan el comportamiento observable, sino que también generan cambios significativos en la estructura y función del cerebro. Los estudios de neuroimagen han identificado alteraciones en regiones clave, como el volumen reducido de sustancia gris en la corteza prefrontal dorsolateral y el giro cingulado anterior, áreas cruciales para el control ejecutivo y la regulación emocional (Sherer & Levounis, 2022). Estas alteraciones están asociadas con una disminución de la capacidad para tomar decisiones y controlar impulsos, lo que refuerza patrones de uso compulsivo.
Además, se ha observado una hiperactivación de los circuitos de recompensa, particularmente en el núcleo accumbens, lo que lleva a una mayor liberación de dopamina en respuesta al uso de tecnologías. Este efecto puede contribuir al desarrollo de tolerancia, donde el individuo necesita un uso cada vez mayor para obtener el mismo nivel de gratificación (Sherer & Levounis, 2022). Por otro lado, una conectividad reducida entre estas áreas y la corteza prefrontal puede dificultar la capacidad de reflexionar sobre las consecuencias negativas de este comportamiento.
Desde una perspectiva de desarrollo, los adolescentes son especialmente vulnerables, ya que estas alteraciones ocurren en un período crítico de maduración cerebral. Estas modificaciones neurobiológicas no sólo afectan el comportamiento individual, sino que también tienen un impacto en las relaciones sociales y el rendimiento académico, exacerbando el aislamiento social y los conflictos familiares.
Las adicciones tecnológicas activan los circuitos de recompensa del cerebro de manera similar a las adicciones a sustancias. Estudios de neuroimagen han identificado alteraciones en el volumen de sustancia gris en regiones como la corteza prefrontal dorsolateral, que es crucial para la planificación y el control de impulsos, y el giro cingulado anterior, que juega un papel en la regulación emocional y la toma de decisiones (Sherer & Levounis, 2022). También se ha observado hiperactivación del núcleo accumbens, una región clave en el procesamiento de recompensas, lo que contribuye a la tolerancia y la dependencia hacia el uso de tecnología. Estos cambios también se correlacionan con dificultades en la regulación emocional y un deterioro funcional en áreas como la académica y las relaciones interpersonales.
Prevención y tratamiento: ¿Qué podemos hacer?
La prevención juega un rol fundamental para mitigar el desarrollo de adicciones tecnológicas, especialmente en poblaciones vulnerables como adolescentes. Una estrategia clave es fomentar la alfabetización digital, que enseñe a los jóvenes a utilizar la tecnología de manera responsable y equilibrada. Esto incluye educarlos sobre los riesgos del uso excesivo de dispositivos y proporcionar herramientas para gestionar su tiempo en línea de manera efectiva.
Las campañas educativas dirigidas tanto a jóvenes como a sus familias también pueden ser efectivas. Estas campañas deben abordar temas como la importancia de las interacciones cara a cara, el establecimiento de límites claros para el uso de dispositivos y la promoción de actividades recreativas fuera de línea. En las escuelas, la incorporación de programas que promuevan la autorregulación emocional y el pensamiento crítico puede prevenir el uso problemático de la tecnología.
Asimismo, es esencial involucrar a los padres en la prevención, educándolos sobre el impacto de su propio uso de tecnología en los hábitos de sus hijos. Modelar un comportamiento equilibrado con la tecnología en el hogar puede ser un factor protector significativo.


A pesar de los desafíos, existen estrategias efectivas para abordar las adicciones tecnológicas. La terapia cognitivo-conductual (TCC) se destaca como una intervención probada para reducir los síntomas de estas adicciones, especialmente en el trastorno por videojuegos (Sherer & Levounis, 2022). Además, terapias basadas en la aceptación y compromiso (ACT) han mostrado resultados prometedores en la reducción de conductas compulsivas relacionadas con la tecnología (García-Oliva & Piqueras, 2016).
El análisis funcional de la conducta es otra herramienta poderosa para el tratamiento de estas adicciones. Este enfoque identifica las funciones específicas que el uso problemático de la tecnología cumple para el individuo, como la evitación de emociones negativas o la búsqueda de gratificación inmediata. A través de esta metodología, se pueden diseñar intervenciones personalizadas que reemplacen estos patrones con conductas más adaptativas y alineadas con los valores del individuo.
Asimismo, el análisis aplicado de la conducta (ABA, por sus siglas en inglés) puede ser empleado para reducir la frecuencia de las conductas adictivas mediante técnicas como el reforzamiento diferencial, donde se refuerzan comportamientos alternativos no problemáticos. Este enfoque también puede incluir la implementación de contingencias de reforzamiento positivo para fomentar el uso saludable de la tecnología, como el establecimiento de tiempos específicos para el uso de dispositivos y su monitoreo en el contexto familiar o educativo.
En el ámbito familiar, fomentar estilos de crianza democráticos, caracterizados por un equilibrio entre el control y la autonomía, puede actuar como un factor protector contra el desarrollo de estas adicciones (Malander, 2019). Además, la educación y capacitación de los padres sobre cómo establecer límites saludables y modelar conductas tecnológicas responsables son elementos clave para prevenir el uso problemático de la tecnología en los jóvenes.
Conclusión: La importancia de un enfoque multidisciplinario
Las adicciones tecnológicas representan un desafío complejo que requiere una aproximación integrada desde la psicología, la neurociencia y las ciencias sociales. Comprender los factores individuales, familiares y culturales que las originan y perpetúan es clave para desarrollar estrategias de prevención y tratamiento efectivas. En este sentido, la colaboración entre investigadores, clínicos y educadores es esencial para mitigar el impacto de estas adicciones en la sociedad contemporánea.
Referencias
Carbonell, X. (2020). El diagnóstico de adicción a videojuegos en el DSM-5 y la CIE-11. Papeles del Psicólogo, 41(3), 211-218.
García-Oliva, C., & Piqueras, J. A. (2016). Experiential avoidance and technological addictions in adolescents. Journal of Behavioral Addictions, 5(2), 293-303.
Malander, N. M. (2019). Adicciones tecnológicas en adolescentes: relación con la percepción de las prácticas parentales. Drugs and Addictive Behavior, 4(1), 25-45.
Moreno Flores, P. L., & Moreno Paredes, N. (2021). Adicciones comportamentales: una nueva pandemia. Kranion, 16, 131-137.
Sherer, J., & Levounis, P. (2022). Technological addictions. Current Psychiatry Reports, 24(4), 399-406. https://doi.org/10.1007/s11920-022-01351-2.


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